Es el tercero… tercer insomnio en esta semana. Pero no puede ser tan difícil esta vez –piensa. Es cerrar lo ojos y pensar en algo, cualquier cosa, menos en el hecho de que no puede dormir. Mañana en la oficina hay reunión a las once. Va a estar complicado porque… no, eso no –piensa. La oficina estresa y el estrés recuerda que no se puede dormir. Otra vez. a pensar en cualquier cosa menos en dormir (o en la oficina). En Laura piensa. A ver si mañana se escapa entre una y tres. No gracias Javier, quedé de almorzar con mi mujer, nos vemos en la tarde –dirá. Y luego se verán él y Laura en la esquina de siempre. Almuerzo rápido y al Motel. Buen sexo. De ese que tenía cuando joven. Bien largo, sudado, gritoneado, rasguñado. Después será vestirse, un beso y a la oficina otra vez. No, no está resultando –piensa. Hay que cambiar de estrategia.
Se incorpora lentamente. A su lado María que duerme como siempre. Sin saber de su insomnio, sin saber de Laura, sin saber de sus deudas, sin saber… Se pone de pie y camina a la cocina. Leche tibia le dijeron una vez. Leche tibia y las ganas de dormir que vuelven solas. Se la prepara y bebe lentamente en la sala. Leer. Eso también le han dicho que sirve. En su caso quizás sea mejor aún. Nunca fue muy asiduo a la lectura y lo que leyó fueron solo aquellos eternos y soporíferos libros que tuvo que aprenderse en La Universidad. Leer ahora quizás activará ese sueño y desgano que sentía mientras estudiaba. Coge un libro al azar: Edipo Rey. Es una versión escolar con el dibujo de un rey griego en la portada. Seguramente es de Sergio. Seguramente lo compró María con la tarjeta de crédito. Comienza a leerlo:
Edipo: ¡Oh hijos, descendencia nueva del antiguo Cadmo ¿Por qué están en actitud sedente ante mí, coronados con ramos de suplicantes? La ciudad está llena de incienso, a la vez que de cantos, de súplicas y de gemidos, y yo, porque considero justo no enterarme por otros mensajeros, he venido en persona, yo, el llamado Edipo, famoso entre todos.
Lenguaje complicado y antiguo –piensa– ¿quién diablos lee éstas cosas? Lo que pago para que ese niño vaya a un buen colegio y lo hacen leer libros tan roñosos. Piensa en cerrarlo de inmediato y volver a la cama, pero el viejo Sófocles puede más. A la hora y media ya lo ha leído y vuelve al fin a la cama.
Ahora sí. Pensar en cualquier cosa menos en dormir –cavila. En ese libro que he leído. Gentes ignorantes las de la antigüedad. Como van a creer en brujos y adivinos. Uno mismo se hace la vida, eso del destino es cosa de superstición -piensa. La voluntad es la que todo lo puede y cambia rumbos. No hay que sacarse los ojos. No hay que dormir con la madre –mira a su mujer instintivamente- nada de eso. Es sólo ver lo que se quiere y buscarlo. De los errores se aprende, de los atolladeros se sale. La suerte es cosa de tontos y perdedores. El trabajo para estar bien y nada más. Pamplinas esas del tal Edipo y su destino. Pamplinas como las de los libros de María y sus clases de Yoga, Tai-Chi y no sé qué más.