En este diálogo he querido resumir buena parte de las ideas que se
esgrimen para defender o atacar la despenalización del aborto. Los argumentos
recorren varios niveles: los argumentos de la propia libertad, los de la
continuidad entre el feto y el niño, la importancia de la existencia del alma,
el mecanicismo, el dilema entre consecuencialismo y deontología, el argumento
del mal menor, las teorías de la pena, entre otros. No sé muy bien si soy liberal
o conservador en estas materias. Siempre me he declarado un perplejo, y quizás
me falten muchos años de estudio antes de tener una opinión realmente formada.
Por lo mismo, desconfío de los demasiado seguros en su posición. Espero que
éste diálogo les levante a ellos algunas dudas legítimas, antes de apresurarse
sin mucha reflexión a dar respuestas que otros han procesado.
Liberal: Amigo conservador. Yo sólo abogo por la libertad que tiene
cada ser humano a hacer lo que le parezca mejor. Algunos opinan que abortar es
malo, otros opinan que no hay nada malo en ello. Los que opinan que es malo
¡que no aborten! Pero los que opinan que no tiene nada de malo debieran tener
derecho a abortar. Si tú crees en la doctrina de alguna Iglesia, bien por ti,
pero no puedes imponer tus creencias a los que no creemos en ello. Tampoco
puede el Estado imponer las creencias anti abortistas, pues te recuerdo que
vivimos en un Estado que se define como laico y no confesional.
Conservador: Amigo liberal. Reconozco en tus argumentos una antigua
falacia. Dicha falacia consiste en tomar dos posiciones contradictorias y
señalar que, mientras una de ellas es dogmática, la otra es neutral. Pero te
informo que no existe, en moral, algo así como una posición neutral. Puede ser
que sea dogmático decir que es malo abortar, pero es igualmente dogmático decir
que no lo es. De hecho, uno de los argumentos que utilizaban los esclavistas en
Estados Unidos, era que no dejarlos tener esclavos era una vulneración de su
libertad ¿en qué se diferencia dicho argumento del que tú ahora esgrimes? ¿No
es acaso “imponer tus propias creencias” señalar que el aborto es algo
permisible?
L: Amigo conservador. No estoy de
acuerdo con lo que dices, porque yo me baso en la ciencia empírica, tú te basas
en la fe. Si entiendo bien la posición que tú sostienes, señalas que: a) El que
está por nacer es, desde la concepción, una persona; b) es un crimen matar a
una persona; c) Es un crimen matar al que está por nacer. ¿Estoy en lo
correcto?
C: Yo no pude haberlo dicho
mejor.
L: Pues bien, lo problemático
aquí es tu premisa a): ¿Cómo sabemos que, desde la concepción, el que está por
nacer es una persona? Está bien, el Papa lo ha dicho. Pero como yo no creo en
ninguna verdad revelada, tengo en igual estima la opinión del Papa que la de,
digamos, mi vecino que dice haber sido abducido por los ovnis.
C: No te equivoques, yo no creo
en la premisa disputada porque la haya dicho el Papa, si no por otras, y
poderosas razones, por sentido común.
L: ¿Y cuáles serían esas razones?
C: Escucha ahora, con atención,
amigo liberal. ¿Crees tú que haya alguna diferencia entre un feto un segundo
antes de nacer, y un feto un segundo después de nacer?
L: Bueno, uno de ellos está en el
vientre materno, pero el otro no, esa es la diferencia.
C: En tal caso es sólo un tema de
ubicación, es como la diferencia que existe entre tú estando en la calle o tú
estando en tu casa. Podríamos concluir, entonces, que la diferencia es sólo
accesoria, y no es importante.
L: Estoy de acuerdo.
C: Y responde ahora ¿Existe
alguna diferencia entre el feto, un segundo antes de nacer, y el feto, una hora
antes de nacer?
L: No mucha.
C: Pues bien, he ahí la base de
mi argumento. Podemos seguir con este ejercicio hasta llegar a ser un embrión,
y nunca notaremos un cambio esencial, sólo cambios accidentales. El único punto
en el que habrá un cambio esencial, es un segundo antes o después de la
concepción, que es cuando se mezcla la información genética. Así, si no es
bueno asesinar a un recién nacido, tampoco a alguien que le falta poco para
nacer, y tampoco a alguien que está recién concebido. Como vez, no afirmo esto
porque lo haya dicho el Papa, sino porque es de sentido común.
L: ¡Pero qué falacia más grande
acabas de decir! Es como decir que no existe ninguna diferencia entre un
mendigo y un millonario.
C: ¿Cómo así?
L: Imagínate que ves a un mendigo
en la calle, y le das mil pesos ¿sigue siendo un mendigo?
C: Por cierto.
L: Ahora imagínate que la
siguiente persona que pasa también la da mil pesos ¿sigue siendo un mendigo?
C: Claro que sí.
L: Ahora imagínate que pasa un
millón de personas, y todos le dan mil pesos, y el mendigo tiene ahora mil
millones de pesos ¿dirías tú que es un mendigo o un millonario?
C: Es un millonario, por cierto.
L: Piensa ahora lo que quiero
decirte: los cambios cuantitativos también importan cambios cualitativos. Una
nuez no es un nogal, y tampoco lo es una nuez brotada, pero en algún momento,
la nuez pasa a ser nogal, y aunque sea imposible definir cuándo la nuez pasó a
ser nogal, o cuándo el mendigo pasó a ser millonario, ello no implica que no
sea completamente diferente ser nuez que nogal, o mendigo que millonario. O que
el recién nacido no sea entitativamente diferente al embrión.
C: Muy bien, y asumiendo que
estás en lo cierto en este punto, ¿Cuándo te parece a ti que el feto pasó de
ser no persona a persona?
L: Eso va a depender de lo que
entendamos por “persona”.
C: ¿Cómo así?
L: Si yo creo en algo llamado
“alma” que es distinto del cuerpo, y que cuando esa “alma” y ese cuerpo están
juntos, entonces hay una persona, entonces no tengo idea desde cuando hay una
persona, pero podría aceptar que la hay desde la concepción.
C: Me das la razón entonces,
¿podríamos decir que he ganado este debate?
L: ¡Por cierto que no! Yo sólo
aceptaría que se es persona desde la concepción, si existe una entidad separada
del cuerpo llamada “alma”. Como no creo que exista tal cosa, no creo que se es
persona desde la concepción.
C: ¿Y desde cuándo entonces?
L: Para establecerlo, es
necesario definir la palabra “persona” desde un punto de vista diferente: para
mí “persona” equivale a decir “ser humano”, y por ser humano entiendo un animal
dotado de razón. Ahora bien, la razón se encuentra biológicamente radicada en
el sistema nervioso central. Siendo, en esto muy conservador, voy a decir que
hay razón desde que hay sistema nervioso central (lo que podría, incluso, ser
dudoso porque la razón se desarrolla totalmente a los dos o tres años de vida
del niño, pero te concederé esta). Por tanto, antes de la existencia del
sistema nervioso central diremos que no hay una persona sino, a lo más, un animal,
y esto ocurre a partir de las 25 semanas de gestación. Ahora bien, no creo que
sea bueno andar matando animales por la vida, pero en ocasiones es necesario
hacerlo cuando hay razones poderosas. Así, tal como está permitido matar a una
vaca para obtener su carne, debiera estar permitido abortar a un feto que aún
no es persona, esto es, antes de las 25 semanas de gestación, o siendo más
conservador aún, te concedo que esto no se permita antes de las 20 semanas.
C: Pero dime amigo liberal ¿en
qué te basas tú para decir que no existe el alma?
L: ¿Que en qué me baso yo? Pues
en nada. Porque no soy yo quien tiene que demostrar que no existe el alma, eres
tú el que tiene que demostrar que sí la hay ¡tú tienes la carga de la prueba en
este asunto! Y dime, ¿cómo demuestras que existe el alma, y que esta está
asociada al cuerpo desde la concepción?
C: La verdad es que no sé cómo
demostrarlo, pero lo creo firmemente.
L: Aquí es precisamente donde
quería llegar. Voy a resumir brevemente tus argumentos, porque creo que solo me
falta un movimiento para el jaque mate: Tú dices que la razón por la que no
podemos abortar no es religiosa, si no de sentido común. Luego dices que nace
del hecho de que hay una continuidad entre embrión, feto y recién nacido. Luego
yo te he dicho que tal continuidad no tiene sentido si no se acepta la
existencia de un alma, que es distinta del cuerpo que la alberga. Por último,
concluyes, no podemos demostrar la existencia del alma, si no que debemos sólo
creer en ella.
Tu argumentación se cae a pedazos,
pues has dicho que el alma es sólo una creencia. Y de hecho, es una creencia
religiosa. Volviendo al principio: no tienes el derecho de imponer creencias
religiosas a quienes no las tienen, porque éste es un estado laico, y no uno
confesional. Prohibir el aborto, es entonces, más un tema de fe que de sentido
común o de ciencia.
SEGUNDA PARTE
Conservador: Amigo liberal, has
argumentado bien ayer, he de decir. Pero esta discusión ni de cerca está
terminada, creo que puedo demostrarte fácilmente que, aún aceptando tus
argumentos de ayer, estás equivocado en considerar que el aborto no debe
penalizarse.
Liberal: Adelante, veamos lo que
eres capaz de hacer.
C: Con gusto. Te he dicho que no
soy capaz de demostrar la existencia del alma, ni tampoco que el que está por
nacer es persona desde la concepción. Ahora bien ¿puedes tú demostrar lo
contrario a todo esto?
L: No, pero como te decía, la
carga de la prueba es tuya.
C: ¿Y por qué va a ser así? Es
tan osado creer que el alma existe como que no existe, al igual que es tan
osado creer que Dios existe como que no existe. Nada podemos saber de esto,
está más allá del conocimiento del hombre. Así, hay dos hipótesis que tienen
grados similares de probabilidad: la primera es que exista el alma, y que, en
consecuencia, el que está por nacer sea persona desde la concepción. La segunda
es que no exista el alma, y se aplique tu teoría.
L: ¡Que falacia más grande!
¿Similares grados de probabilidad? ¿De qué estás hablando? Porque para mí, la
realidad es sólo lo que podemos conocer con los sentidos. Lo que no podemos
conocer con los sentidos (como el alma y Dios) es mucho menos probable.
C: ¿Y cómo sabes que la realidad
es sólo lo que podemos conocer con los sentidos?
L: ¡Porque así lo prueba la
experiencia hombre! Si tú pones las manos en el fuego, te quemas. Eso demuestra
que existe el fuego y que quema. Si no fuera así, entonces no existiría
ciencia, ni técnica, ni siquiera podríamos salir a la calle.
C: ¡Pero si yo no he negado que
podamos conocer la realidad con los sentidos! Yo solo he dicho que también
pueden existir cosas que no conocemos con los sentidos, como son el alma y
Dios, y que pese a no poder conocerlas existen. Del hecho de que no podemos
saber si existe el alma, no se deduce que no existe el alma. Tal como del hecho
de que los antiguos europeos no pudieran saber de la existencia de América no
se deriva que América no existiese en la antigüedad.
Lo que quiero decirte es que no
podemos saber, pero que es probable que el alma exista y que, por lo mismo, no
podemos saberlo, pero es probable que la persona exista desde la concepción.
L: ¿Y debiera yo penalizar a una
persona por matar a otra que “probablemente” es persona?
C: Claro que sí, pues ocurre como
con el hombre que fue a cazar y disparó a los arbustos.
L: ¿Cómo es eso?
C: Un hombre fue a cazar a un
bosque, y vio de pronto que algo se movía entre los arbustos. No sabía si era
un niño o un animal, pero disparó de igual manera. En definitiva, le había
disparado a un niño, y por haber pensado que quizás era un niño, que existía
esa posibilidad, fue condenado por homicidio. Lo mismo ha de ocurrir con una
mujer que aborta.
L: Tu argumento no tiene sentido.
Imagínate que yo creyera que existen duendes invisibles que vuelan por los
aires. Nadie puede demostrar que no existen dichos duendes, porque son
invisibles y cuando alguien los quiere atrapar escapan ¿Deberían prohibirse los
disparos al aire por existir la posibilidad de que maten duendes invisibles?
C: Por supuesto que no.
L: Por lo mismo, tampoco se
debiera prohibir el aborto por no saber si el feto es o no persona.
C: Lamento decirte que el
argumento de los duendes invisibles no es una analogía válida. Me explico: las
cosas que habitualmente conocemos van estableciendo una red de creencias
asentadas. Cuando algo escapa a esta red, y no lo podemos situar en ella,
podemos decir con cierta libertad que no es real (aunque podemos equivocarnos y
así las creencias van variando con el tiempo). Si yo te veo salir volando por
la ventana, eso contraviene todos los otros conocimientos que a lo largo de mi
vida he ido asentando. Por lo mismo, podría llegar a creer que soy yo quien
estoy soñando, o viendo una ilusión. Pues bien, los duendes invisibles están,
también, fuera del sistema de lo probable, muy lejos de nuestra red de
creencias, y por lo tanto, ninguna persona en sus cabales creería en su
existencia. No es, sencillamente algo razonable. Pero la existencia del alma es
una duda razonable.
L: ¿Cómo es eso?
C: Claro, pues las dudas pueden
ser razonables o no. Volvamos al ejemplo del cazador en el bosque. Es muy
distinto si ese bosque está cerca de la ciudad y de lugares habitados, a si el
bosque está muy alejado, donde no vive ninguna persona. En un caso, pensar que
hay un niño en los arbustos, es algo razonable. En el otro caso, no es algo
razonable.
La existencia del alma está
dentro del ámbito de lo razonable, pues no se encuentra tan alejada de nuestra
red de creencias habituales, y diría más bien que está cercana a ella. Por lo
mismo, muchos a lo largo de la historia han creído en el alma. Tampoco hay
evidencia conclusiva, es cierto, pero representa a lo menos una duda razonable.
Amigo mío, creo que estamos
nuevamente cerca de un jaque mate, aunque el rey en peligro es ahora el tuyo.
L: No entiendo.
C: Está todo muy claro. Si la
existencia del alma, y el hecho de que el que está por nacer es persona desde
la concepción, son asuntos probables, por encontrarse dentro del marco de lo
razonable. Entonces realizar estas acciones es una imprudencia mayor, que debe
ser castigada con todo el peso de la ley, tal como a aquel que conduce borracho
y mata a alguien.
L: ¿Qué tiene que ver el
borracho?
C: El borracho no quiere matar a
nadie, pero sabe que está dentro del marco de lo probable que mate a alguien si
conduce borracho. Por lo mismo, si se concreta la muerte de un inocente, el
borracho debe ser penado porque debió prever que era posible que matara a
alguien. Lo mismo debiera ocurrir con el aborto y por ello debiera éste ser
penalizado.
TERCERA PARTE
Liberal: Amigo conservador, vamos
a hacer un ejercicio para que veas que estás equivocado. Voy a asumir que todo
lo que vienes diciendo es verdadero. Que existe el alma humana, que ésta se
encarna en el ser humano desde la concepción, que, por lo mismo, podemos decir
que existen personas desde la concepción, y que, por lo tanto, matar al que
está por nacer es un mal moral que se debiera evitar.
Dicho todo esto, te voy a
demostrar que, pese a todo, estás profundamente equivocado.
Conservador: Te escucho.
L: El problema, es que se ve que
no has aprendido la lección de Al Capone.
C: ¿Y Cuál sería esa lección?
L: Como bien debes saber, en los
años 20, en Chicago, se prohibió el consumo de alcohol. Pero como el alcohol ya
era parte de la cultura, la gente lo siguió consumiendo. Pero como este
producto ya no era legal, tuvieron que recurrir al mercado ilegal. Ello generó
mafias, crímenes e inseguridad en la ciudad. Allí se forjó Al Capone. Con el
tiempo las autoridades se dieron cuenta de que no era bueno prohibir el
alcohol. Con ello no estaban señalando que el alcohol fuese bueno, si no que su
prohibición era peor que su autorización pues acarreaba muchos más males.
Pues bien, algo similar ocurre
con el aborto. Yo puedo reconocer que abortar es un mal que se debe evitar,
pero si consideramos la increíble cantidad de abortos que hay al año, y que se dan en condiciones
absolutas de ilegalidad e inseguridad, entonces debo concluir que lo mejor es
autorizar los abortos bajo ciertas premisas, pero con condiciones médicas adecuadas,
a fin de que las mujeres que deseen abortar no pongan en riesgo su vida.
Incluso, si se hacen campañas adecuadas de atención sicológica y adopción para
las mujeres que pretenden abortar, es probable que se las convenza de lo
contrario, con lo cual el número de abortos debiera bajar y no subir.
Así, como vez, queda demostrado
que aun considerando que el aborto es un mal, éste debe autorizarse y regularse
adecuadamente.
C: Amigo liberal, te voy a contar una historia: había una vez un
lejano país en cuyas selvas habitaba una tribu.
Las gentes de esta tribu consideraban que las niñas mujeres de 1 año que
habían nacido en día martes, eran una delicia gastronómica. En consecuencia,
los líderes de la tribu le quitaban a sus madres las niñas que cumplieran con
estas condiciones, para cocinarlas y darse grandes festines con ellas. Un día,
un grupo de antropólogos descubrió esta situación y alertó a las autoridades.
La policía intentó evitar la costumbre, pero como estaba tan arraigada se
comenzó a producir en la clandestinidad. Al cabo de un tiempo, quienes robaban
niñas eran mafias que se crearon, y que competían entre sí. A la larga, el
número de niñas asesinadas no bajó, pero sí aumentó la delincuencia en la
tribu, produciéndose gran cantidad de problemas sociales.
Un legislador liberal del país
llegó a la siguiente conclusión: lo mejor que podemos hacer es autorizar que se
maten niñas de un año nacidas en días martes. El Estado compensará a las madres
que aporten voluntariamente a sus hijas (la tasa de mortalidad infantil en la
tribu era alta, por lo que las madres de igual forma perderían probablemente a
sus hijas) y se hará cargo de matarlas y vender su carne. Con ello, nos
aseguraremos que ninguna niña sea raptada contra la voluntad de su madre, y
además, de que el mercado de comedores de niñas sea satisfecho legalmente, con
lo que desaparecerán las mafias.
El legislador liberal tuvo éxito
con su ley, y ésta pasó a promulgarse, con lo que se produjeron todos los
efectos “benéficos” pronosticados.
¿Qué te parece, amigo liberal
esta ley? ¿Te parece que está bien que el Estado permita y fomente el secuestro
y asesinato de niños, aun cuando se evite con ello un mal mayor? O, por el
contrario ¿no sería lógico mejor educar a la gente para que entienda que no
puede asesinar niñas para comerlas?
L: Pero ese es un ejemplo muy extraño…
C: ¡Nada de extraño! Es lo mismo que ocurre en países que aprueban
el aborto. Como el asesinato de niños ocurrirá de igual manera, el Estado se
preocupa de que este asesinato se de en buenas condiciones. ¡Esto no puede ser
tolerado! La teoría del mal menor no puede aceptarse cuando implica el
asesinato de inocentes ¿no estás de acuerdo?
L: No del todo. Porque si lo miras bien, en tu ejemplo la cantidad
de niñas asesinadas se reducía. Si el mal es matar niñas, y la cantidad de
niñas muertas se reduce, ¡entonces es una buena política! Igualmente, si se
comprueba que los abortos no suben al permitirlos, y que además, las madres no
mueren y se evita la delincuencia, la política es buena (y qué decir si los
abortos bajan, sería estupenda).
C: Claro que no sería estupenda. Porque la vida humana está primero
porque es el máximo bien. Todo lo demás puede quedar detrás: salud pública,
economía, libertad de la madre, etc. Un Estado que no respeta la vida humana es
un Estado que ha dejado de cumplir la obligación que le ha sido encomendada de
promover el bien común de la ciudadanía.
L: Muy de acuerdo con lo último ¡lindas palabras! Y por eso, porque
el Estado ha de respetar la vida humana, debe calcular de qué manera se respeta
mejor la vida humana, es decir, de qué manera se salvan más vidas. Y si la
manera de salvar más vidas es permitir el aborto… que así sea, eso sí es
promover el bien común.
C: ¡Qué equivocado estás amigo! Hablas de calcular ¿Calcular? ¡No
se puede calcular la vida humana! Los hombres son de suyo dignos y su vida no
puede incluirse en cálculos de ninguna especie, pues en el momento en que las
vidas humanas empiezan a ser sopesadas, como quien tranza dinero, desde ese
momento, la vida ha pasado a instrumentalizarse, y es eso lo que no puede
aceptar el hombre, ser tratado como objeto y no como un sujeto digno de
respeto.
L: …Y con esto volvemos al alma…
C: ¿Qué dices?
L: Es claro que hemos vuelto al tema del alma. Porque si yo creo
que el ser humano sólo es un animal dotado de razón, entonces no sé bien qué es
esa propiedad intrínseca a la que llamas “dignidad” no sé de donde viene. Como
el hombre no es más que un animal (con razón y todo pero animal) sacrificar
unas cuantas ovejas por el bien de la manada no sólo no es incorrecto, es
moralmente necesario.
C: Pero amigo…. ¿qué es lo que dices? ¿Qué queda del hombre si deja
de tener dignidad? ¿Cómo podríamos vivir en el mundo si sólo creemos ser
animales dotados de razón, fungibles los unos con los otros? ¿Permitirías que
se sacrificara a tu hijo por salvar a varios terceros? ¿No es eso
contraintuitivo? ¿No afecta la base misma de tu moralidad?
L: No, por cierto que no permitiría que se sacrificara a mi hijo,
pero en el caso del aborto las propias madres sí lo han aceptado ¿no es posible
respetar esa decisión?
C: Por cierto que no, porque están decidiendo por un tercero, no
por ellas mismas.
L: Puede ser, pero ese no era el punto. El punto era que, como hay
abortos de cualquier manera, el Estado debe aceptar y reconocer esa realidad, y
no esconder la cabeza como el avestruz.
C: No se trata aquí, de avestruz, se trata de que la gente no
aborte.
L: ¿Y te parece a ti que la forma correcta para que la gente no
aborte es metiéndola a la cárcel?
C: Están atentando contra una vida… la gente que atenta contra una
vida DEBE ir a la cárcel.
L: ¿Y por qué ha de ser así? ¿por qué crees tú que el estado tiene
derecho a encarcelar a alguien?
C: Tiene ese derecho porque esas personas han cometido un mal, un
mal tan grande que atenta contra las normas básicas de la convivencia en
sociedad. Es, por lo tanto, una retribución justa para quien ha atentado contra
lo que nos hace civilizados.
L: Lindo… pero falso, es lo que dices. Esa no es la razón por la
cual metemos gente en la cárcel.
C: ¿Y cuál es entonces la verdadera razón?
L: ¡Para prevenir que sigan matando, o robando! No hay más que eso.
Existe gente que representa un peligro para la sociedad: atentan contra la
libertad, la propiedad, la salud y la vida de las personas. Para que ellos no
sigan atentando los encerramos, y una vez encerrados los educamos para que
eviten seguir haciéndolo. No hay nada que retribuir acá. Sólo Dios (si existe,
lo que no creo) otorgará premios y castigos en su momento. La sociedad, por
otra parte, es como el cuerpo humano. Los delincuentes son bacterias, y debemos
encerrarlos hasta que sean inofensivos, o todo el cuerpo se pondrá enfermo.
Esa, y no la retribución, es la única razón para encerrar a la gente.
C: ¿Y no es una “bacteria” la mujer que atenta contra su propio
hijo mientras éste se encuentra en su vientre?
L: ¡Por cierto que no! Lo realmente reprochable es lo que pone la
vida social, el pacto social como un todo enfermo. Cuando yo no puedo andar
tranquilo por la calle, no puedo salir hasta tarde, no puedo ir a trabajar y
cuidar a mi familia con tranquilidad, estamos en problemas, porque la sociedad
ha enfermado desde esta perspectiva. Pero si una mujer queda embarazada, y
aborta a su propio hijo ¿por qué habría de importarme? Puedo seguir haciendo mi
vida tranquilamente, no como en el caso de un asaltante o asesino a mano
armada.
En resumen, no es justo que una
mujer (o su médico) que no han atentado contra la convivencia social sean
apresados. Ellos deben andar libres por la calle porque la sociedad va a seguir
funcionando. Meter gente a la cárcel es algo muy violento, y sólo debiera
reservarse para los casos en los que la sociedad se ve afectada en sus normas
básicas de convivencia.
C: Pero abortar ¡es afectar normas básicas de convivencia! Por eso
que esa gente debe ir a la cárcel.
L: Muy por el contrario amigo conservador, países como Holanda
permiten el aborto, y yo no diría que son países en los que la convivencia esté
seriamente dañada.
C: ¿¡Ah No!? Pregúntale a un niño que no ha llegado a ver la luz
del día.
Eventualmente, y como en los diálogos Socráticos, el liberal y el conservador se fueron a hacer cosas más provechosas, y se retiraron pensando, cada uno de ellos, que habían logrado probar su posición.