Entre líneas, pueden oírse voces inquietas respecto al fin de los tiempos. Las profecías mayas son sólo un eco lejano nacido hace mucho en la selva yucatana, pero por diversas razones, muchos tienden a tomárselas en serio. La razón de ésta seriedad, más que la seriedad de la profecía misma de la cual muy poco sabemos (reto a alguno de mis escasos lectores a haber examinado la fuente original) viene dada por una serie de circunstancias que nos rodean, y que nos hacen pensar que se viene un quiebre violento, que las cosas no pueden seguir siendo como eran, que la ilusión modernista hace mucho ha pasado, y la desesperación posmodernista (que los intelectuales vieron hace mucho tiempo) está llegando al fin al hombre de a pie.
Pero el apocalipsis no es nada nuevo, tampoco sus señales. Quien fuera que escribió esta parte de la Biblia, tuvo la genial idea de incluir reseñas inquietantes pero muy comunes: guerras, plagas, muerte por doquier. ¿Acaso ha existido alguna época de la historia en la que no se hayan mezclado estos ingredientes en la coctelera del mundo? Por cierto que no, pero cada generación se ha creído la última, y eso desde siempre. Sin embargo, hay algunos que tienen más derecho a creérselo, los que han vivido en épocas que han pasado por crisis profundas.
De hecho, una de las principales razones que explica la explosiva expansión europea de una pequeña secta -que veneraba a un mártir crucificado en un cerro de una localidad desértica y relegada del Imperio Romano- es la insistencia en que el juicio final estaba muy cerca. Eso sumado al hecho de que dicha secta se expandió en una de las épocas más sangrientas y turbulentas de la historia hizo el trabajo, pues la gente se vio en una disyuntiva atroz: conviértete ahora o espera la condenación eterna que te caerá muy luego.
Los apocalipsis se han repetido, entonces innumerables veces en la historia de la humano. Pero para que las crisis sean vistas de esta manera, deben tener una característica común: ser tan severas que eliminen todo marco de referencia. Mi reino, mi ciudad, mi oficio, mi casa, los “buenos”, los “malos” ¿qué pasa cuando todo eso se borra de un plumazo? ¿Qué pasa cuando un grupo de hombres a caballo, como los Hunos, saquean mi pueblo? Matan, roban, queman, violan a placer. Destruyen, no sólo las vidas y cosas que me rodean sino mis marcos de referencia. Había un emperador que ahora huye o fue asesinado, la cosecha que venía y para la que me preparaba fue quemada, mis hijos masacrados, el templo y sus cultores son una misma ceniza, mis costumbres ya no son seguidas. ¿Cómo no creer, en tales circunstancias, que el mundo se está acabando? ¿Cómo no creerlo en medio de la peste negra, cuando una de cada tres personas que se conocían murieron? ¿Cómo no creerlo en la Polonia de 1939, o en la Cambodia de Pol Pot? La creencia en el apocalipsis es la natural tendencia a esperar que al fin todo acabe, que en esta película los buenos sí ganan, que la lucha de uno mismo es la lucha por el alma, por todas las almas.
¿Viene ahora, ahora sí que sí, el apocalipsis? Nuestros marcos de referencia no parecen estar tambaleando: los estados están ahí con altos y bajos pero funcionando, la economía al parecer funciona, la gente aún nace se reproduce y muere, hay guerras, pero lejanas o contenidas, que no alcanzan a amenazar el orden mundial. Pero para muchos parecen haber sombras en el horizonte. El capitalismo ha demostrado ser un sistema inarmónico con el planeta, los recursos se agotan de forma irreversible y nadie parece saber cómo encauzarnos hacia el buen camino, el sistema financiero mundial se la pasa de resfrío en resfrío y parece ser que se acerca un cáncer, las potencias mundiales hoy ocultan sus intenciones pero en cualquier minuto podrían atacarse mutuamente, las opiniones se hacen cada vez más ásperas, más intolerantes. Incluso nuestro país, de mítica somnolencia provinciana, parece estar más convulso que nunca.
Yo no sé qué pensar. Pero creo que el sistema es más frágil de lo que lo creemos. No bajarán los jinetes del apocalipsis pero sí se avizora alguna crisis severa, la sociedad de consumo está alcanzando sus límites máximos, y su declinación es un proceso natural.
1 comentario:
a mi lo que me urge son las llamaradas solares, que si pasa eso queda la cagada misma. dos links: http://es.wikipedia.org/wiki/Tormenta_solar_de_1859
http://www.youtube.com/watch?v=4_TzIUlaQok
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