Occidente tiene tres fuentes. Tres almas que juegan dentro de cada individuo, dentro de cada sociedad. Estas tres almas corresponden a diferentes maneras de ver el mundo y la razón de ser del hombre en él, y nacen en tres ciudades y en momentos distintos: Jerusalén, Atenas y Roma.
A Jerusalén le debemos el sentido de la trascendencia. La vida no es más que una preparación para la eternidad, y de tus obras en ella, dependerá tu destino en el más allá. Surge así una ley de Dios, expresada en los diez mandamientos, que debe ser cumplida para obtener una recompensa después de la muerte. La visión de la vida según Jerusalén, es la de una con el temor a Dios y a su ley, una vida para alejarse del pecado, y llegar a ser felices después de la muerte.
En Grecia no había libro sagrado ni casta sacerdotal. Los dioses eran muchos, pecadores, e iban y venían según su popularidad en las distintas ciudades. Por lo mismo, en Atenas la gente tenía libertad de cuestionarse las cosas, de hacerse las grandes preguntas sobre el mundo, porque las respuestas no estaban dadas de antemano en ningún libro sagrado. A Atenas le debemos por lo tanto, la visión de la vida como búsqueda de la verdad, una búsqueda que es un fin en sí mismo. Es así como nace la filosofía, pero también la ciencia que busca la verdad en lo empírico. Pero también se busca la verdad en Atenas a través de la belleza. Así nace la escultura como imitación de lo bello del cuerpo, y el teatro que evoca los sentimientos verdaderos. Así, de Atenas hemos heredado la visión de la vida como aquel lugar donde hemos de buscar lo bello y lo verdadero.
Por último, el alma práctica de occidente nace en Roma. Nada de trascendencia ni búsqueda de la belleza por sí misma. Lo que necesita el hombre es civilización. Agua fresca de los acueductos, vías por las que desplazarse rápidamente y fomentar el comercio, villas con muchos esclavos para hacer la vida más fácil. En última instancia, el hombre necesita un Estado fuerte y poderoso, que lo defienda de los ataques del exterior y le permita alcanzar su prosperidad. ¿Religión? Sí, pero la religión del Estado, aquello que nos hace más civilizados y mejores. ¿Arte? Sí, pero como una forma de dar a entender lo magnífico del emperador y de nuestros dioses, lo grande de nustra civilización frente a la barbarie. Por eso en Roma nacen los Estados como los conocemos. El Estado aegura paz y seguridad, lo que asegura comercio y dinero, y en última instancia prosperidad y felicidad.
La historia de occidente, se perfila así como la historia de estas tres almas. Nunca alcanzan el equilibrio, siempre hay una que se toma el poder y opaca a las otras, o se aseguran de gobernar juntas dejando a la tercera relegada. Eso sí, inexorablemente, el alma de occidente que es relegada, volverá cíclicamente a tomar su lugar.
El juego comienza luego de la caída del imperio Romano, de la caída de Roma. Los bárbaros asolan Europa, el comercio muere, los caminos son abandonados. Ya no hay seguridad para buscar la prosperidad, ya no hay tranquilidad para buscar la verdad y la belleza. Todo se desmorona y sólo se puede sobrevivir, confiando en la divinidad y la trascendencia, pues este mundo es frágil, pero el de más allá es eterno. Es por eso que la caída de Roma propicia el surgimiento de Jerusalén. Nacen los monasterios, lugares para olvidarse de este mundo prescindible y focalizarse en lo eterno. La iglesia pasa así a ser suma autoridad, menifestación única de Dios en la tierra. La sabiduría se va a vivir a los monsterios, algo del alma de Atenas que sobrevive allí, aunque siempre bajo las órdenes de Jerusalén. Hay en esta época algunos intentos de revivir a Roma aliada con Jerusalén (hay uno que se llama Sacro Imperio Romano Germánico, queda clara la alianza) pero en definitiva será el alma de la ley de Dios la dueña y señora de esa época.
La baja edad media marca un cambio. Los venecianos, florentinos, genoveses, acuden al renacimiento del comercio. Surge la burguesía, que es manifestación de Roma y su prosperidad. El dinero y el lujo van relegando a Jerusalén, parece que Roma va a triunfar pero... es Atenas lo que renace. Por lo mismo se llama a esta época el renacimiento. La verdad, la belleza, eso buscan Miguel Ángel y Leonardo. La belleza se busca en sí misma , aunque se esculpa al rey David y se pinte la última cena, eso sólo son motivos. Se busca la verdad por sí misma. Galileo, por su parte fragua la rebelión. Es el poder de Atenas le dice a Jerusalén: No! es la tierra la que se mueve alrededor del sol. La verdad está sobre la trascendencia. Es el primer triunfo sobre Jerusalén, que además se divide y desmorona con la reforma.
Pero Roma también quiere le suyo. Se alía con lo que queda de Jerusalén (aunque ésta ya no será la misma, es ahora sólo la comparsa)y nacen los Absolutismos. Dios le ha dado el poder al rey, y él gobierna sobre sus súbditos. Roma renace con fuerza y la divinidad solo apoya el poder de los reyes. El verdadero rey es el rey Sol en Versailles, aunque se rodee de cruces. El estado y la riqueza, para honrar a Dios. He ahí el sentido de todo.
En Francia, sin embargo, se gesta una nueva revolución, que nos acompañará hasta nuestros días. Libertad, Igualdad, Fraternidad: Atenas! Atenas! Atenas! ¡muerte a Jerusalén y Roma! que nazca el hombre libre del ágora. La ilusión, sin embargo es sólo momentánea. Sin Roma Atenas no sobrevive, y a la revolución sobreviene el Imperio de Napoleón. Es Roma la que regresa y no Atenas, aunque su alianza ya no es con Jerusalén como en los absolutismos, la alianza es con la Atenas de la verdad y la belleza, con la Atenas de la ciencia.
El siglo XX no es más que manifestación de aquello. Atenas trabaja para Roma, la ciencia para la tecnología, el dinero y la prosperidad. Jersusalén que va cayendo en el olvido y solo se piensa en dinero y felicidad terrenal. El Estado que nos asegura prosperidad, y la ciencia que va detrás mejorándonos la vida. La utopía de la felicidad absoluta sin requerir a Jerusalén se toma el mundo. Stalin y Hitler. Capitalismo y Marxismo, no son más que una misma Roma.
Pero las almas de occidente se turnan el poder. Y ya se vislumbra que la útopia Romana se cae a pedazos. Atenas se siente oprimida y vejada. La búsqueda de la verdad se transformó en ciencia, luego en tecnología y finalmente en búsqueda del confort. Comodidad fría de incipiente de edificos de cristal y aires acondicionados. El golpe es pragmático, la supremacía de Roma puede destruír al mundo. Atenas ya no quiere más ser utilizada por ese dictador, ¡la belleza la belleza! ¡la verdad, la verdad! es el grito de Atenas que quiere desgarrar a Roma. Por su parte Jerusalén que yace olvidada, que parece estar solo esperando una nueva caída de Roma, como en la edad media, para volver a ser poderosa.
viernes, 31 de octubre de 2008
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3 comentarios:
Bien weon, muy bien, ta la raja el ensayo, entretenido, agil, y bien pensado. Muy interesante el punto planteado, muy de acuerdo con el analisis. Como bien dice Ian Brown en F.E.A.R ''imperios caidos estan reinando''
Rookie Filosofo
hoy los estados son tecnocratas, el mundo gira en torno al mercado y sistema economico... que imperio seria el espiritu economico frio, lo metis a Roma?
pa mi ya se estaria generando un paradigma distinto, la economia afecta todo, todo es avaluable y todo es mercado. quizas identificable con los fenisios, instrumetalizados siempre (historicamente parte del estado) y que hoy tienen peso y voz propia al arrancarse con los tarros.
No me parece tanto lo de los Fenicios. El asunto es que las almas de occidente son más profundas. No se trata de un Estado tecnocrático, uno mercantil, dictatorial o como sea. Es sencillamente la visión de la vida como trascendencia, busqueda de la verdad y belleza o búsqueda de lo práctico. De todas formas hoy en día se da más lo tercero, incluso la filosofía se ha puesto pragmática. Por lo tanto, sí, estamos en Roma, en medio de ella.
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